«La verdadera transformación no consiste en pensar de manera diferente, sino en ser diferente; no en adquirir nuevas ideas sobre la realidad, sino en encarnar una conciencia más amplia que pueda abrazarla toda.» — Ken Wilber, Una Teoría de Todo
Son muchos los momentos en el camino interior en los que las palabras, por bellas que estas sean, dejan de ser suficientes para el verdadero desarrollo. El alma, cansada de teorías y de discursos bienintencionados, comienza a exigir un fundamental verdad vivida. Y tal vez sea ahí donde empieza realmente el Despertar.
Durante demasiado tiempo hemos confundido el conocimiento con la consciencia, de manera que si el saber nombrar concepto fuera lo mismo que comprenderlas. De este modo, repetimos frases que nos reconfortan —“todos somos uno”, “todo es perfecto”, “está en su proceso”—, pero pocas veces somos capaces de verificalas en la carne, en la emoción, en la acción.
Y esa es, quizá, la gran trampa del buscador: creer que ha despertado solo porque habla del despertar.
Creer sin vivir: el espejismo del ego espiritual
Las palabras se repiten en la mente y esta acaba —a base de escuchar y escuchar— por creer aquello que suena en su interior. El ego se apropia de las enseñanzas y las convierte, bajo su falso criterio, en un discurso cómodo y automático, en una máscara de luz que le de autoridad y satisfacción.
Así, sin darnos cuenta, usamos tales palabras del alma para proteger nuestras propias sombras. Decimos “lo acepto” cuando en realidad simplemente nos resignamos. Decimos “soy compasivo” cuando únicamente evitamos el conflicto. Decimos “yo fluyo” mientras sólo tratamos de que la vida fluya a nuestro modo. Y sin embargo, el corazón verdaderamente sabe y no estaría de más el prestarle mayor atención.
Y sin embargo, el corazón —siempre más sabio que la mente— sabe cuándo una frase se pronuncia desde la fría mente y cuándo desde la auténtica experiencia. Sabe cuándo mentimos para simplemente sobrevivir desde el ego y cuando vivimos para despertar desde el alma.00000000
Verificar: la única vía hacia la autenticidad
Verificar no es desconfiar, es comprobar por uno mismo. Es pasar del “me lo dijeron” al “yo lo experimenté”. Dejar de consumir conceptos sin más para comenzar a digerir consciencia de manera consciente.
«Les pido que no me crean nada, porque si me llegan a creer se llenan de más creencias. Solamente verifiquen el Orden del Universo a través de sus acciones y de los resultados que obtienen de ellas… Entonces sabrán de lo que estamos hablando» —Gerardo Schmedilng
Esta cita de Gerardo Schmedilng, resume toda una pedagogía espiritual: no hay verdad hasta que se encarna. Las ideas, por profundas y mágicas que sean, son solo las semillas que únicamente germinan cuando la vida —con su dolor, su contradicción y su misterio— las confirma dentro de nosotros.
Verificar es observarse en medio del conflicto, ver cómo reacciona el ego y cómo responde el alma,. Verificar es descubrir, en ese espacio de honestidad y coherencia, que la verdadera enseñanza no proviene del maestro, sino de la experiencia que nos transforma.
La experiencia como maestra silenciosa

No se trata de acumular teorías, sino de vivir con auténtica presencia y atención radical. Cada emoción, cada relación, cada dificultad es un espejo que revela nuestro grado de coherencia. Si algo nos incomoda, es una real oportunidad para mirar más profundo. Si algo se repite, es una lección que aún no hemos comprendido.
El alma no busca certezas, busca coherencia. Porque la coherencia es la forma más alta de sabiduría. Cuando lo que pienso, lo que siento y lo que hago están en armonía, ya no necesito demostrar nada: soy una verdad encarnada.
Autenticidad: el fruto de la coherencia
Autenticidad no es perfección, es presencia. Es mirar nuestras sombras sin miedo y reconocer en ellas la luz que aún no comprendemos. Es dudar de todo —incluso de nuestras propias certezas— para poder experimentar de nuevo la vida con ojos limpios. Solo quien se atreve a verificar su propia verdad puede hablar desde el alma. Los demás solo repiten ecos ajenos.
Por eso el camino transpersonal no se enseña: se verifica. Y cada verificación nos devuelve una porción de nuestra autenticidad perdida. La mente quiere creencias pero el alma busca experiencia.
De la creencia a la verificación
La diferencia es sutil, pero decisiva:
La creencia se alimenta de la palabra. La verificación, del silencia que las acompaña.
La primera tal vez te haga sentir seguro. La segunda realmente te hace libre.
Caminar hacia la autenticidad transpersonal no es aprender más, sino olvidar lo aprendido para poder experimentar de nuevo. No es acumular certezas, sino permitir que la vida, —que el Cielo— te muestre la suya. Y esto es un verdadero acto de humildad.
Porque solo cuando una idea se vuelve vivencia, solo cuando deja de ser pensamiento y se convierte en coherencia, la verdad deja de ser ajena y se transforma en presencia viva en ti.
«El conocimiento no sirve de nada si no se transforma en sabiduría, y la sabiduría solo aparece cuando se verifica en la experiencia.» — Gerardo Schmedling
Los discursos, discursos son. La experiencia es Vida.

El Despertar de la Consciencia
(www.eldespertardelaconciencia.es)

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